Aprendimos, pero poco

A un año de María estoy en la oficina de lo que llaman Monacillo, de la Autoridad de Energía Eléctrica. Antes de las 7:30 de la mañana —hora de la apertura— hay varios viejitos madrugadores afuera, al lado del portón. La lista está en la mente de los primeros que llegaron. Un señor aprieta sus papeles con sus manos peludas mientras, mirándome de reojo, me dice: «Ahora tú eres la última». Vuelvo al carro, busco los papeles y me distraigo. Por el retrovisor veo que ya entraron y corro. Al entrar hay dos oficiales, no uno, para dar el turno. Soy el 7 de la fila que no es prioridad. ‘No somos prioridad hace mucho’, pienso.

Una señora se queja.  Busca la atención de todos los que esperamos porque esa será su primera audiencia y vino por ello. Nos sientan frente a un televisor pequeño que anuncia los turnos, pero la verdad es que vinimos a presenciar las micronovelas que se dan en cada estación. La escuchemos o no; ella empezó.
Parada frente a todos dice que nos quieren engañar, que el truco está en la vuelta que hace el contador. Que el contador empieza en $18 y cuando termina la vuelta da $180. Le creemos. Ha logrado persuadir a su público. Aunque algunos hacen gestos de desaprobación y el guardia trata de mantenerse agestual todos escuchan como hipnotizados.
La protagonista trata de mantener su papel y llevarlo hasta el climax y para ello nos habla de la constancia; el otro factor que hace que le cobren tanto. Habla de el absurdo y de cómo nos roban. Se molesta porque pierde la atención del público y más aún el guardia empieza a mofarse de su acento dominicano. Mientras hace la fila para el pago, a regañadientes aumenta su furia y dispara: Ojalá venga otro huracán y se lleve to’ los postes y nos deje a oscuras a toditos pa jodernos más. Silencio en la sala. Se convierte en la antagonista y repele las miradas. Se va mientras vocifera que investigará hasta las últimas consecuencias. A un año de María hemos aprendido, pero poco.

 

2018